domingo, 27 de febrero de 2011

EL LICEO DE IPOL

                          EL LICEO DE IPOLL:                                                       El IPOLL es el liceo más antiguo de Salto. Fue fundado hace aproximadamente ciento cuarenta años y su misma antigüedad ha dado lugar a una cantidad de historias. Los Salteños juran que por la noche las luces del edificio se prenden y se apagan solas y hay quienes han visto misteriosas sombras merodeando dentro del mismo en horarios que debería estar completamente vació. Hechos extraños como estos llevaron a que hacia década de los ’80 unos agentes de Policía visitaran al lugar durante la madrugada, sin saber que se convertirían en protagonistas de una de las leyendas urbanas más escalofriantes del departamento. 

El Liceo Nº 1 IPOLL (que significa Instituto Politécnico Osimani & Llerena) fue fundado en 1873 por los educadores Gervasio Osimani y Miguel Llerena. En el estudiaron figuras muy importantes para la sociedad uruguaya, como el notable cuentista, dramaturgo y poeta Horacio Quiroga y los presidentes de la Republica Feliciano Viera y Baltasar Brum. Esta ubicado en la intersección de las calles Artigas y Cerrito, a pocas cuadras de la plaza 18 de Julio, y a el concurren mas estudiantes que a cualquier otro liceo de la ciudad. 
Pero el IPOLL no solo es el liceo más antiguo de Salto, sino que es también el más grande. Su severa arquitectura, erigida en un predio amplio y despejado en pleno Centro, impone respeto a simple vista. Es un edificio inmenso, de tres pisos y la entrada principal queda en el segundo, aprovechando un desnivel del terreno respecto de la calle. Los salones son espaciosos, algunos escalonados en forma de anfiteatro, y dispuestos a lo largo de los pasillos rodeados de enormes ventanales que transportan al visitante a otro tiempo. Durante el día, el contacto con la naturaleza, el silencio y la luminosidad que lo caracterizan provocan una sensación de serenidad óptima para el estudio, pero con la caída del sol se transforma en un lugar bastante tétrico. 
Este liceo no siempre estuvo ubicado en el mismo lugar. Originalmente se hallaba en la esquina de las calles Osimani Llerena y Brasil, donde hoy funciona el liceo Nº 5. Recién en los años ’50 se realizo esa magnifica construcción en lo que fuera un baldillo según parece, toda esa extensión de territorio del nuevo local del liceo, incluyendo la cancha de Básquetbol y la pista de atletismo que hay detrás, era hace muchísimo tiempo un cementerio indígena. Algunos dicen que pertenecía a los Yaros y otros que era de los Charruas, peor en cualquier caso era de una tribu nómade que enterró a sus muertos en el sitio sobre el que se construyo el centro de enseñanza. 
Tal vez alguna sobrenatural energía del cementerio quedo impregnada en el ambiente y por eso en Salto se asegura que el IPOLL ha sido muchas veces escenario de sucesos misteriosos, que escapan a todo tipo de explicación lógica. Entre otras cosas, se habla de que por las mañanas los pupitres aparecen desordenados, que las canillas de los baños funcionan a su antojo y que a veces se ven imágenes terribles en los pasillos. He incluso a llegado a generarse una legenda urbana entorno al liceo: la del fantasma del IPOLL, una sombra que deambula en soledad por el lugar durante las horas de la noche. 

Los rumores acerca de la sombra del liceo IPOLL nacieron a raíz de un suceso ocurrido en el edificio hacia mediado de los ’80 y que involucro a tres oficiales de la Jefatura de Policía de Salto. 
Algunos memoriosos vecinos de la ciudad recuerdan que por aquellos años una de las ventanas del liceo ubicada en los salones que dan hacia la cancha de fútbol, sobre la calle Instrucciones, tenía el vidrio roto. Por cuestiones presupuestales, las autoridades del IPOLL decidieron tapar el agujero con unas planchas de maderacompensada y las afirmaron con un mueble pesado. El arreglo anduvo bien por un tiempo, pero algunos niños de la zona adquirieron la costumbre de entrar por las noches al liceo a través de esa frágil protección. Nunca hicieron gran daño, pero a veces se le iba la mano con las travesuras y dejaban todo desordenado. Y por esta razón, la Dirección del liceo le solicito a la Jefatura de Policía que les estableciera un guardia en el edificio, para evitar males mayores. 
La policía ordeno entonces que los dos agentes se encargaran de vigilar el perímetro del IPOLL desde la caída del sol hasta la llegada del amanecer. Durante el verano, los policías no tuvieron ningún problema para llevar acabo esta tarea, y aquellas visitas clandestinas se terminaron pero con el invierno, todo se complico; el frió de salto en esas épocas del año es tan insoportable que ni siquiera los propios habitantes de la ciudad pueden acostumbrarse a el, así que se vieron obligados a pedirles permiso a sus superiores para que los dejaran hacer la vigilancia en el interior del edificio y la Jefatura de Policía les concedió el deseo. 
Como vieron que todo se tranquilizo, con el tiempo la guardia fue reducida a un solo policía. La mayor parte del tiempo, se la pasaba sentado en un banco del hall principal pero a cada rato tomaba su linterna y se ponía recorrer el enorme edificio: la biblioteca, la bedelía, los baños, el observatorio de astronomía, la cantina, el salón de gimnasia, etc. Todo se presentaba frió, silencioso y envuelto en unas penumbras que hacían que la arquitectura del liceo se tiñera de una expresión siniestra capaz de ponerle el corazón en la garganta a cualquiera. 
Una noche, este policía se vio sobresaltado por una serie de ruidos. Los sonidos provenían desde los laboratorios, ubicados en el primen piso del IPOLL, al fondo de un estrecho corredor. Parecía como si alguien estuviera moviendo los muebles, abriendo los cajones o revolviendo los materiales en ese lugar. 
Convencido de que los niños habían vuelto a las andanzas, el agente bajo por las escaleras, pero se sorprendió al comprobar que la puerta del laboratorio estaba entreabierta. Y al acercarse mas, vio que también que la cerradura no había sido forzada. Aunque o mas extraño de todo era que por debajo de la puerta, así como a través de la hendija que quedaba entre esta y la pared, se podía apreciar algunas sombras que se movían que sigilo en el interior de la habitación. 
El policía tuvo entonces una sensación muy rara. Una cosa era escuchar ruidos a lo lejos, acostumbrado como estaba a que estos se produjeran en al edificio por cualquier razón, pero otra muy diferente era comprobar con sus propios ojos aquellos movimientos en el interior del laboratorio, porque ellos indicaban con claridad que allí había alguien y que la situación se iba a poner difícil. No obstante, tenía la obligación de averiguar que estaba pasando, así que empujo la puerta lo mas silenciosamente que pudo para sorprender al intruso. 
Al abrirse la puerta, el policía comenzó a alumbrar con su linterna de arriba abajo en el interior de la habitación, pero no pudo percibir nada extraño. Sin embargo, como aquellos misteriosos sonidos continuaban produciéndose en todas partes, no tuvo mas remedio que caminar unos pasos hacia el interior del laboratorio, sacar su arma de reglamento y gritar bien fuerte: 
-¡Policía! ¡¿Quién anda ahí?! 
Apenas termino de decir esto, la puerta del laboratorio de biología se cerró con violencia a sus espaldas. Y de inmediato, una lluvia de objetos empezó a caer sobre el. Los frascos, los tubos de ensayo, los mecheros y las probetas volaron por el aire como arrojados por una mano invisible y chocaban contra las paredes, caían en el piso, se daban sobre los muebles o golpeaban con fuerza el cuerpo del policía. 
Atemorizado y sin comprender que estaba ocurriendo el agente se arrojo debajo de una de las mesas de azulejos blancos del laboratorio tratando de pretejerse. Estaba aterrado pero esa sudeber controlar la situación. Así que se quedo acurrucado unos instantes, tratando de ganar tiempo para pensar en la mejor manera de continuar el procedimiento, mientras a su alrededor aquel infernal estrépito no se detenía. 
Ni bien el alboroto pareció calmarse un poco, el policía se incorporo, abrió la puerta y huyo del laboratorio. Y luego atravesó corriendo los pasillos del primer piso y subió de un salto las escaleras en dirección al teléfono, que se encontraba en una de las oficinas que están al lado de la Dirección del liceo. Con las manos temblorosas, disco el número de la Jefatura de Policía y solicito con urgencia personal de apoyo. 
Minutos mas tarde una patrulla se detuvo en la calle Artigas, frente a la entrada misma del IPOLL de ella bajaron dos uniformados que habían sido advertidos por radio sobre la situación. 
Cuando estos policías entraron al liceo para dar apoyo al vigilante estaba blanco como un papel y casi no podía hablar. Como el estado de shock no le permitía explicar lo que había sucedido, uno de los agentes de apoyo decidió bajar por las escaleras a comprobar que estaba ocurriendo en el primer piso, mientras que el otro se quedo a su lado haciéndole compañía. 
Avanzando despacio, cuidando sus espaldas y respirando apenas debido a la extrema tensión de sus nervios el agente descendió por las escaleras rumbo al laboratorio de biología con el revolver en su mano. Y a medida que bajaba uno a uno los peldaños, notó que algo extraño estaba pasando. El tiempo paresia haberse detenido y a lo lejos se escuchaba, llegando como un eco desde lo más profundo de los corredores, el sonido de una voz gutural, ronca y cavernosa que no se asemejaba para nada a la que podía realizar un ser humano. 
A pocos pasos de la habitación, el agente fue testigo de algo impresionante. Era una especie de mancha negra, grande y amorfa que se movía difusamente en las penumbras. Su apariencia era verdaderamente aterradora y se proyectaba como un fantasma sobre las paredes los ventanales y los pisos del liceo. Y lo pero de todo fue que, además de su espantoso aspecto, empezó a avanzar a toda velocidad hacia el policía, mientras emitía un chillido agudo y fuerte que le lastimaba los oídos. 
Tan terrible era el aspecto de esa sombra que, a pesar de todo su coraje, el agente saco su arma y comenzó a disparar, mientras retrocedía de espaldas hacia la escalera. 
Las detonaciones alteraron a los otros dos uniformados que estaban junto al salón de actos y se vieron sorprendidos cuando el policía apareció en el primer piso pidiendo ayuda los gritos y dándose vuelta de a ratos para disparar a aquella sombra que venia persiguiéndolo. Y seguramente también a ellos se les helo la sangre al contemplar la pavorosa figura de ese fantasma, pues si dudarlo desenfundaron sus armas y comenzaron a dispararle, mientras corrían hacia la puerta de entrada del IPOLL tratando de alcanzar la salida. 
Justo cuando los tres policías salieron a la calle, una segunda patrulla llego al liceo, alertada desde la jefatura acerca de la situación. Sin embargo, ni los oficiales recién arribados, ni los tres que acababan de salir se animaron a entrar de nuevo al liceo, prefiriendo dejar las cosas como están. El caso nunca se resolvió. Y ahí se quedo en solitario la sombra del IPOLL, en medio de la gélida madrugada salteña, celosa guardiana nocturna de las instalaciones de ese centro de enseñanza secundaria. 

La Historia oficial parece empeñada en negar los hechos misteriosos que tuvieron lugar en el IPOLL. Se dice que sucedieron por culpa de los amigos de ajeno, y por eso en las ventanas del laboratorio de biología se han colocado unas rejas muy gruesas y a todos los profesores se les ha dado la orden de que cuando culminen la ultimaclase de la tarde, dejen los materiales encerrados con llave en los cajones yen los armarios. Pero la leyenda urbana se niega a desaparecer. El personal de limpieza del liceo, de noche no se acerca ni loco a los laboratorios, y la policía nunca mas volvió a montar guardias policiales en el interior del edificio, sino que la ronda se realiza en los perímetros exteriores. Además, desde esa vez, las luces del IPOLL jamás se apagan por las noches. Y por eso uno camina durante la madrugada por cualquiera de las calles que rodean el predio del liceo vera que en su interior las luces siempre están encendidas, iluminándolo completamente, como espantando sombras. 
Pasan los años y cada día surgen nuevos testimonios acerca del fantasma del liceo IPOLL de Salto. Y así su leyenda sigue viva en lamemoria colectiva de los salteños. Al escuchar esas espeluznantes historias, uno inmediatamente se pone en piel de aquellos agentes de policía y es capaz de imaginar el terror que habrán sentido. Pero también experimenta la tensión de visitar el liceo por las noches, en especial la zona de los laboratorios, con la esperanza de saber que hay de cierto acerca de esa sombra. Mientras tanto, si misterio seguirá habitando entre las majestuosas paredes de IPOLL a la espera de que lo descubran aquellos que se animen

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